viernes, 28 de noviembre de 2008

Escucha

En el pecho se encierran las palabras
cuando los pensamientos
invaden el vacio corazón.

Sentir la oscuridad en el día,
no es algo común,
como no lo es el percibir el dolor
que en cada uno reside.

Deten por un momento tu mente,
descubrirás que el mundo grita,
buscando compresión,
duda, miedo o dolor.

Hay demasiados espacios vacios,
miradas perdidas,
decepciones o injusticias
que se acumulan en el vacio.

Lentamente vamos perdiendo la vista,
y dejamos de ver los abrazos, 
las miradas y los encuentros.

Si nos perdemos en la prisa
del momento siguiente,
no podremos atrapar la experiencia
del instante presente.

La tristeza brilla en los ojos,
de aquellos que el mundo olvidó,
y poco a poco ellos también
olvidaron al mundo.

Podemos perdernos en el olvido,
inventar una vía de escape
cerrando los ojos a lo que nos perturba
para vivir en nuestra pequeña soledad.

O podemos abrir un poco los ojos invisibles
para ver lo que no queremos creer,
y aunque el dolor nos inunde profundamente,
hacer lo que sea necesario
para silenciar el origen.

La memoria de nuestra esencia,
es nuestro último bastión,
recordemos lo que somos
y vivamos consecuentemente.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Un ciclo más

Son tantas las cosas por decir, que las palabras se atropellan unas con otras.

Hay un sentimiento de angustia que crece en mi pecho con la incertidumbre de saber si será posible externar lo que corre por mis venas en un día como hoy.

Un día como cualquier otro, se pudiera decir, en el que el ineludible paso del tiempo va dejando su estella en cada respiración.

Pero no es así, porque cuando el alma se detiene puedes sentir que el tiempo ha dejado de existir y es entonces que el inicio-fin de un ciclo en el que el mundo vuelve a recrearse.

Me siento a punto de una implosión de nostalgía. Puedo ver sus rostros y ojos grabado en lo más profundo de mi corazón.

Entonces no me queda más que agradecimiento y un sincero compromiso para honrar el vínculo que nos une.

Gracias por un año más de experiencias compartidas, porque aunque en ocasiones distantes, hay lazos que no se rompen con el tiempo ni el espacio.

Y aunque las palabras son insuficientes, escribo con la esperanza de dejar en ellas aunque sea un diminuto pedazo de mi corazón.