Entiendo que mis manos no son nada más que el medio, por el que ondas ondas disipan la soledad del espíritu. Como la melodía no es el instrumento, sino notas arrancadas de lo eterno trasmitidas por el viento al corazón.
Quiero que mi vida sea como las palabras, no aquellas ociosas que abundan nuestras bocas cuando no queremos escuchar, sino doradas alas de abejas que llevan la miel de la verdad, el amor y la armonía al mundo.